¿Por qué no nos hacemos ateos ?
"Estoy - escribe - en la terraza de la
residencia de estudiantes que forma parte de nuestro complejo universitario, ya
algo a las afueras de la ciudad de Ahmedabad. A mis lados, y apoyados como yo
en la barandilla de la terraza, del lado que mira hacia la ciudad, están varios
estudiantes, con los ojos fijos como yo en el horizonte de la ciudad que todos
conocemos muy bien, pero que hoy tiene algo nuevo, trágico que enseñarnos. De
repente un chico grita: ¡Otra allá!. Y todos miramos a donde él señalaba con el
brazo extendido, y vemos lo que él ve. Otra humareda negra y densa, a
borbotones creciente sobre la línea del cemento. Y más allá, ... otra. Nadie
las cuenta ya, porque se funden unas con otras creando una cortina turbia bajo
el sol de la India. La ciudad arde, la ciudad querida, la ciudad tranquila, la
ciudad de Gandhi, ciudad de nombre mahometano y tradición hindú donde ambas
religiones han coexistido, hace ya siglos, calle a calle y hombro a hombro.
¿Por qué arden hoy sus casas, se enrojece su asfalto y se ennegrece su cielo?
Guerra de religiones. El Islam en la India a filo de
espada. Se asentaron las razas y se establecieron las creencias. Se olvidaron
las heridas y se ensayó la convivencia. Llevaba ya siglos funcionando. Pero de
vez en cuando alguien apedrea a una vaca, sagrada para los hindúes, o alguien
azuza un cerdo, impuro para los mahometanos, por en medio de una de sus
procesiones. Y vuelve la sangre antigua a hervir en las venas... y a correr por
las calles. Y luego las venganzas, y las venganzas de las venganzas. Y todo en
nombre de Dios. Alláh o Akbar.
Seguimos mirando el triste espectáculo desde nuestra
terraza. Algunos de los estudiantes son hindúes, otros mahometanos, otros
cristianos. La ciudad arde. ¿Cuándo parará el odio? ¿Cuándo los hombres vivirán
como hermanos?
Apenas hablamos y por eso oigo mejor y me impresiona
más lo que uno de mis muchachos dice a mi lado dirigiéndose a mí:
"PADRE; SI NOS MATAMOS UNOS A OTROS PORQUE
SOMOS DE RELIGIONES DISTINTAS, ¿NO SERÍA MEJOR QUE NOS FUÉRAMOS ATEOS?"
Todos oímos lo que este estudiante ha dicho y
ninguno le contesta.
En esa misma terraza nos reunimos cada sábado por la
noche todos los estudiantes bajo las estrellas y rezamos juntos por una hora, y
yo les hablo de Dios y del amor y de la bondad, y todos cantamos cánticos
religiosos y oramos en silencio y ofrecemos a Dios nuestra hermandad.
Pero ¿de qué sirve esa hermandad piadosa de los
sábados por la noche cuando desde esa misma terraza vemos ennegrecerse los
humos del odio en nombre del Dios mismo a quien acabamos de invocar? Todos mis
sermones y todas nuestras plegarias han desaparecido en esa frase triste e
inevitable: "Si nos matamos unos a otros en nombre de Dios, ¿por qué no
nos hacemos ateos?"
Era la primera vez que escuchaba esta declaración de
ateísmo en palabra viva de una persona concreta ante una situación seria, donde
la proposición no parecía absurda. No era ya capítulo de libro de texto, no era
tesis a refutar en un examen, no era objeto de 'diálogo' o manifiesto
ideológico de partidos políticos, sino conclusión casi lógica de premisas
reales que teníamos ante los ojos. Las premisas inmediatas eran las humaredas,
la pólvora y la sangre; pero el error fundamental era el abuso que hacemos del
nombre de Dios: "No nombrarás a Dios en vano". La tentación de usar a
Dios ha estado siempre acerca de la ambición política. El mismo Hitler afirmaba
que "Dios está con nosotros" y quería conquistar Europa y Rusia bajo
la insignia de la cruz gamada del nazismo. En todos los continentes y en todos
los campos se usa a Dios para justificar objetivos de partido. A corto plazo
puede incluso a ayudar a la causa, pero a largo plazo daña a la fe. Quien
manipula a Dios siembra ateísmo.
No es Dios la causa de las divisiones y las guerras,
sino una falsa imagen de Dios, una imagen hecha por el hombre para que le sirva
como bandera para dominar y explotar a sus hermanos.
Es sumamente importante descubrir el verdadero
rostro de Dios que sólo Jesús nos puede mostrar. "Nadie conoce al Padre
sino el Hijo y aquellos a los que el Hijo quiere dárselo a conocer" (Mt 11,
27)

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