Cuentos que acompañan
la meditación de los Misterios Luminosos
del Rosario
Primer Misterio Luminoso:
El Bautismo de Jesús:
En el Jordán, Juan el
Bautista, señala a Jesús como al Cordero de Dios.
San Juan Bautista,
iluminado por el Espíritu Santo, reconoce quién es en realidad ese Jesús, hijo
del carpintero. Pasaron treinta años y
Jesús peregrinó las calles de su pueblo sin que nadie le reconociera como al Mesías.
Incluso su mismo primo, Juan Bautista, dijo: ‘yo no lo conocía’. Y, habrán jugado tantas veces siendo niños…
Eran parientes, pero sólo en aquel momento de revelación le reconoce como al
‘Cordero de Dios que quita los pecados del mundo’.
Nuestra vida cotidiana
se caracteriza por una monotonía rutinaria donde pareciera no haber novedades.
Sin embargo, Jesús camina a nuestro lado, de miles de formas diferente. Pero muchas veces, como con los discípulos de
Emaús, no lo reconocemos en el andar.
Sería bueno, cuando
llega la noche, al evaluar lo vivido en el día, tengamos la ayuda del Espíritu
Santo para descubrir el paso de Dios en los acontecimientos vividos: ya sean
los que llamamos buenos como en los llamados malos. En las personas que se nos cruzaron… En
quienes nos dieron algo o, algo, esperaron de nosotros.
Un
Cuento:
Un hombre que pasaba
necesidad oraba a Dios pidiéndole que le ayude a conseguir un trabajo. El Señor se apiadó y, en sueños, le dijo que
le enviaría material para que pudiera comercializar. Al despertar por la mañana se dio con que
había una hermosa caja a la puerta de su casa.
La abrió, pero estaba vacía. Se
dijo: Dios pondrá a prueba mi paciencia. La redujo para poder tirarla y la arrojó
a la basura.
A la mañana siguiente
encontró dos cajas, parecidas a la primera pero con otros motivos de
decoración. Miró dentro y estaban vacías.
Miró al Cielo y le dijo a Dios: ‘¡Veamos hasta dónde llegas con este
juego!’ y las tiró.
Pasó un mes. Alguna vez se encontraba con una sola, otras,
hasta con siete cajas juntas. Juntó
tanta presión que estalló diciéndole al Señor que dejara de tomarle el
pelo. Esa noche, Dios se le apareció en
sueños y le dijo: ‘¡Cómo no descubriste que podías comercializar las bellas
cajas que te enviaba! ¡Cuando esperas algo de Mí, no lo verás! ¡Cuando me
esperas a mí, descubrirás que todo lo que te viene en la vida te habla de mi
venida!’
Dios se nos manifiesta
y nos da cada día lo que necesitamos.
Pero es preciso que sepamos reconocer su paso.
Segundo
Misterio Luminoso:
Las Bodas en Caná de Galilea:
Jesús obra el primer
signo: En la fiesta de casamiento, a pedido de su Madre, transforma el agua en
vino para que no se agüe la fiesta.
Un
Cuento:
‘Una adolescente estaba
sacando su ropa del ropero. Algunas
estaban un poco arrugadas y las ponía aparte para después planchar. Otras, directamente las colocaba con prolijidad
en una caja. Todo sería para donar…
Cuando su madre le
preguntó qué estaba haciendo le dijo: ‘Es ropa que ya me queda chica, la voy a
donar… Y necesito que me compres ropa nueva’.
Su madre le dijo con preocupación: ‘Pero, ¿vas a dar
tanta ropa?’
La hija le dijo
dulcemente: ‘Mamá, sé que me vas a poder comprar la ropa que necesito porque sé
que cuentas con medios para hacerlo y, tanto confío en ello que he vaciado mi
ropero. También sé que hay alguien que
pidió por lo que voy a regalar, y sé que si yo pido, debo tener voluntad para
entregar’
La Virgen se da cuenta
de la necesidad de los recién casados que celebraban su boda y se quedaban sin
vino. Se vacía de sí misma a la hora de
pensar en los demás. Sabe que puede
contar con la intervención de su Hijo y la pide. Y, ante el aparente desinterés del Señor,
ella arbitra los medios para que se produzca el milagro. Les dice a los sirvientes que hagan todo lo
que Jesús les diga. Pide y obra sabiendo
que fue escuchada.
María actúa como la
muchacha del cuento, pide a la vez que vacía su ropero para recibir. No como aquellos aldeanos que fueron a la
Capilla a rezar por la lluvia. El padre les pregunto si creían que Dios podría
escucharlos y le contestaron que sí. ‘No lo creo’ –dijo el sacerdote – ‘Ninguno
de ustedes trajo a la Misa un paraguas’
Tercer Misterio Luminoso:
La Predicación del Reino:
Toda la Vida de Jesús
fue predicar el Reino de Dios. Su Vida
se identifica con ese Reino.
Un
Cuento:
‘El Abad había
convocado a uno de los frailes y eligió a quien consideraba más humilde. Elegiría a uno para enviar a un poblado a
predicar. La idea era que alguien fuera
a hacer la punta donde luego se instalaría una casa de la congregación.
El fraile digirió la
propuesta que le fue formulada. Estuvo
rezando por días pidiendo al Señor que oriente su respuesta. Volvió al Abad y le dijo que lamentaba su
negativa. El Abad le respondió que se la aceptaba si le daba un argumento
válido. El fraile le dijo: ‘Soy muy
pequeño para una misión demasiado grande’.
El anciano sonrió y le dijo: ‘Eso no es escusa… Mira la llama de mi
lámpara, aquí sobre el escritorio… ¿Cuántos centímetros crees que tiene? ¿Tres,
cuatro…? Pero mira bien, ¡está llenando la habitación con su luz! Si Cristo está en ti, mi pequeña llamita, su
Luz alcanzará para cubrir tu enorme misión.
Cuarto Misterio Luminoso:
La Transfiguración:
En el Monte, Jesús
cambia de apariencia en presencia de Pedro, Santiago y Juan. Su persona y vestidura quedan deslumbrantes
anticipando su triunfo sobre la muerte.
Un
Cuento:
El dueño de un
Restaurante discutía con el encargado de márquetin a quien había contratado
recientemente. Le decía: ‘¡Yo te he
llamado porque tengo pocas ventas y me estas proponiendo que regale comida!’
El muchacho le
respondió: ‘La comida que usted prepara es inigualable, pero la gente no lo
sabe. Yo no le digo que regale su
mercadería sino que coloque una promotora en la vereda de su comercio para que
la gente que pasa pueda probar, tan sólo, un bocadito. El pescador no considera una pérdida alimentar
con lombrices a los peces, cuando esas lombrices están sujetas a un
anzuelo. Se trata de un trueque
beneficioso: carnada por pescados, bocaditos por clientes… Serán para la gente
un anticipo de lo que encontrarán dentro de su local’
Jesús dejó que los tres
afortunados apóstoles pregustaran la gloria que el Señor tendría en la
Resurrección. Un estímulo para poder
continuar hasta el final aún pasando por el escándalo de la cruz.
Jesús quiere
resplandecer ante los hombres que deben atravesar tribulaciones. ¿Podemos ser nosotros el instrumento por el
cual se saboree anticipadamente la gloria del Señor? Dios puede transfigurar la vida de un hombre
si nosotros nos presentamos con su Amor para sanar heridas, acompañar
soledades, alimentar tantas hambres, ser agua fresca para calmar las sedes,
vestir desnudeces y desabrigos.
Nuestra entrega, una
pequeña carnada, para que el Señor obtenga una magnífica pesca ganando para el
Cielo, la mayor cantidad de personas.
¡Pescadores de
hombres!, es demasiado. Tan sólo,
pequeñas lombricitas en el anzuelo de Dios.
Quinto
Misterio Luminoso:
La Última Cena:
Jesús instituye la
Eucaristía porque, sabiendo que debía volver al Padre, quiere quedarse con sus
discípulos en las especies del Pan y el Vino.
Un
Cuento:
Cuando el anciano murió,
su hijo supo que la mayor parte de la herencia estaba destinada a pagar
deudas. De todo lo que había quedaba una
caja que estaba destinada especialmente para él. Por nada en el mundo podría ser destinada a
otra cosa.
En ella había un viejo
espejo y una nota en la que estaba escrito:
‘Éste espejo lo recibí
de mi padre quien me dijo que si bien no era la herencia, él me mostraría mi
verdadera herencia. Lo mismo te digo a
ti’
El muchacho pensaba que
se trataría de un espejo mágico, pero con el paso de los años supo que era un
espejo común y corriente.
Cierto día, al
finalizar la jornada, se puso frente a él y comenzó a reflexionar:
‘Mi padre era una
persona trabajadora y honesta, al igual que yo.
En la vida tuvo muchos
problemas a los que tuvo la valentía de afrontar y resolver, al igual que yo.
Supo ser generoso con
quienes necesitaban y sabio con quienes requerían algún consejo, al igual que
yo.
Supo unir las manos
para reconocer y entregarse a Dios, como lo hago yo.
Siempre era agradable y
la simpatía le bailaba en una sonrisa que no negó nunca a nadie… Yo, también
soy así.’
Mirando al espejo
recordó a su padre y se dijo: ‘Él vive en mí. Me dejó su amor al trabajo y la
honestidad. Me dejó la mejor manera de relacionarme con los demás y por sobre
todo, para encontrarme con el Señor.’
¡La mejor herencia es lo que dejó en mí para que yo sea quién soy!
Lo mismo ocurre con la
Eucaristía. Es un regalo donde Jesús se
queda para que nos identifiquemos con Él.
Los Padres de la Iglesia decían que en la comida de la Hostia
Consagrada, no ocurría lo que con otros alimentos. Por lo general uno los asimila, pero en la
Eucaristía somos asimilados por el Señor quien nos va configurando conforme a
su Corazón.
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