lunes, 27 de julio de 2020

Cuentos de los Misterios Luminosos del Rosario


Cuentos que acompañan
la meditación de los Misterios Luminosos del Rosario



Primer Misterio Luminoso:



El Bautismo de Jesús:

En el Jordán, Juan el Bautista, señala a Jesús como al Cordero de Dios.
San Juan Bautista, iluminado por el Espíritu Santo, reconoce quién es en realidad ese Jesús, hijo del carpintero.  Pasaron treinta años y Jesús peregrinó las calles de su pueblo sin que nadie le reconociera como al Mesías. Incluso su mismo primo, Juan Bautista, dijo: ‘yo no lo conocía’.  Y, habrán jugado tantas veces siendo niños… Eran parientes, pero sólo en aquel momento de revelación le reconoce como al ‘Cordero de Dios que quita los pecados del mundo’.
Nuestra vida cotidiana se caracteriza por una monotonía rutinaria donde pareciera no haber novedades. Sin embargo, Jesús camina a nuestro lado, de miles de formas diferente.  Pero muchas veces, como con los discípulos de Emaús, no lo reconocemos en el andar.
Sería bueno, cuando llega la noche, al evaluar lo vivido en el día, tengamos la ayuda del Espíritu Santo para descubrir el paso de Dios en los acontecimientos vividos: ya sean los que llamamos buenos como en los llamados malos.  En las personas que se nos cruzaron… En quienes nos dieron algo o, algo, esperaron de nosotros.

Un Cuento:
Un hombre que pasaba necesidad oraba a Dios pidiéndole que le ayude a conseguir un trabajo.  El Señor se apiadó y, en sueños, le dijo que le enviaría material para que pudiera comercializar.  Al despertar por la mañana se dio con que había una hermosa caja a la puerta de su casa.  La abrió, pero estaba vacía.  Se dijo: Dios pondrá a prueba mi paciencia. La redujo para poder tirarla y la arrojó a la basura.
A la mañana siguiente encontró dos cajas, parecidas a la primera pero con otros motivos de decoración. Miró dentro y estaban vacías.  Miró al Cielo y le dijo a Dios: ‘¡Veamos hasta dónde llegas con este juego!’ y las tiró.
Pasó un mes.  Alguna vez se encontraba con una sola, otras, hasta con siete cajas juntas.  Juntó tanta presión que estalló diciéndole al Señor que dejara de tomarle el pelo.  Esa noche, Dios se le apareció en sueños y le dijo: ‘¡Cómo no descubriste que podías comercializar las bellas cajas que te enviaba! ¡Cuando esperas algo de Mí, no lo verás! ¡Cuando me esperas a mí, descubrirás que todo lo que te viene en la vida te habla de mi venida!’
Dios se nos manifiesta y nos da cada día lo que necesitamos.  Pero es preciso que sepamos reconocer su paso.

  Segundo Misterio Luminoso:



Las Bodas en Caná de Galilea:

Jesús obra el primer signo: En la fiesta de casamiento, a pedido de su Madre, transforma el agua en vino para que no se agüe la fiesta.

Un Cuento:
‘Una adolescente estaba sacando su ropa del ropero.  Algunas estaban un poco arrugadas y las ponía aparte para después planchar.  Otras, directamente las colocaba con prolijidad en una caja.  Todo sería para donar…
Cuando su madre le preguntó qué estaba haciendo le dijo: ‘Es ropa que ya me queda chica, la voy a donar… Y necesito que me compres ropa nueva’.
Su madre  le dijo con preocupación: ‘Pero, ¿vas a dar tanta ropa?’
La hija le dijo dulcemente: ‘Mamá, sé que me vas a poder comprar la ropa que necesito porque sé que cuentas con medios para hacerlo y, tanto confío en ello que he vaciado mi ropero.  También sé que hay alguien que pidió por lo que voy a regalar, y sé que si yo pido, debo tener voluntad para entregar’
La Virgen se da cuenta de la necesidad de los recién casados que celebraban su boda y se quedaban sin vino.  Se vacía de sí misma a la hora de pensar en los demás.  Sabe que puede contar con la intervención de su Hijo y la pide.  Y, ante el aparente desinterés del Señor, ella arbitra los medios para que se produzca el milagro.  Les dice a los sirvientes que hagan todo lo que Jesús les diga.  Pide y obra sabiendo que fue escuchada.
María actúa como la muchacha del cuento, pide a la vez que vacía su ropero para recibir.  No como aquellos aldeanos que fueron a la Capilla a rezar por la lluvia. El padre les pregunto si creían que Dios podría escucharlos y le contestaron que sí. ‘No lo creo’ –dijo el sacerdote – ‘Ninguno de ustedes trajo a la Misa un paraguas’
  

Tercer Misterio Luminoso:



La Predicación del Reino:

Toda la Vida de Jesús fue predicar el Reino de Dios.  Su Vida se identifica con ese Reino.

Un Cuento:
‘El Abad había convocado a uno de los frailes y eligió a quien consideraba más humilde.  Elegiría a uno para enviar a un poblado a predicar.  La idea era que alguien fuera a hacer la punta donde luego se instalaría una casa de la congregación.
El fraile digirió la propuesta que le fue formulada.  Estuvo rezando por días pidiendo al Señor que oriente su respuesta.  Volvió al Abad y le dijo que lamentaba su negativa. El Abad le respondió que se la aceptaba si le daba un argumento válido.  El fraile le dijo: ‘Soy muy pequeño para una misión demasiado grande’.  El anciano sonrió y le dijo: ‘Eso no es escusa… Mira la llama de mi lámpara, aquí sobre el escritorio… ¿Cuántos centímetros crees que tiene? ¿Tres, cuatro…? Pero mira bien, ¡está llenando la habitación con su luz!  Si Cristo está en ti, mi pequeña llamita, su Luz alcanzará para cubrir tu enorme misión.

Cuarto Misterio Luminoso:



La Transfiguración:

En el Monte, Jesús cambia de apariencia en presencia de Pedro, Santiago y Juan.  Su persona y vestidura quedan deslumbrantes anticipando su triunfo sobre la muerte.

Un Cuento:
El dueño de un Restaurante discutía con el encargado de márquetin a quien había contratado recientemente.  Le decía: ‘¡Yo te he llamado porque tengo pocas ventas y me estas proponiendo  que regale comida!’
El muchacho le respondió: ‘La comida que usted prepara es inigualable, pero la gente no lo sabe.  Yo no le digo que regale su mercadería sino que coloque una promotora en la vereda de su comercio para que la gente que pasa pueda probar, tan sólo, un bocadito.  El pescador no considera una pérdida alimentar con lombrices a los peces, cuando esas lombrices están sujetas a un anzuelo.  Se trata de un trueque beneficioso: carnada por pescados, bocaditos por clientes… Serán para la gente un anticipo de lo que encontrarán dentro de su local’
Jesús dejó que los tres afortunados apóstoles pregustaran la gloria que el Señor tendría en la Resurrección.  Un estímulo para poder continuar hasta el final aún pasando por el escándalo de la cruz.
Jesús quiere resplandecer ante los hombres que deben atravesar tribulaciones.  ¿Podemos ser nosotros el instrumento por el cual se saboree anticipadamente la gloria del Señor?  Dios puede transfigurar la vida de un hombre si nosotros nos presentamos con su Amor para sanar heridas, acompañar soledades, alimentar tantas hambres, ser agua fresca para calmar las sedes, vestir desnudeces y desabrigos.
Nuestra entrega, una pequeña carnada, para que el Señor obtenga una magnífica pesca ganando para el Cielo, la mayor cantidad de personas.
¡Pescadores de hombres!, es demasiado.  Tan sólo, pequeñas lombricitas en el anzuelo de Dios.

 Quinto Misterio Luminoso:



La Última Cena:

Jesús instituye la Eucaristía porque, sabiendo que debía volver al Padre, quiere quedarse con sus discípulos en las especies del Pan y el Vino.

Un Cuento:
Cuando el anciano murió, su hijo supo que la mayor parte de la herencia estaba destinada a pagar deudas.  De todo lo que había quedaba una caja que estaba destinada especialmente para él.  Por nada en el mundo podría ser destinada a otra cosa.
En ella había un viejo espejo y una nota en la que estaba escrito:
‘Éste espejo lo recibí de mi padre quien me dijo que si bien no era la herencia, él me mostraría mi verdadera herencia.  Lo mismo te digo a ti’
El muchacho pensaba que se trataría de un espejo mágico, pero con el paso de los años supo que era un espejo común y corriente.
Cierto día, al finalizar la jornada, se puso frente a él y comenzó a reflexionar:
‘Mi padre era una persona trabajadora y honesta, al igual que yo.
En la vida tuvo muchos problemas a los que tuvo la valentía de afrontar y resolver, al igual que yo.
Supo ser generoso con quienes necesitaban y sabio con quienes requerían algún consejo, al igual que yo.
Supo unir las manos para reconocer y entregarse a Dios, como lo hago yo.
Siempre era agradable y la simpatía le bailaba en una sonrisa que no negó nunca a nadie… Yo, también soy así.’
Mirando al espejo recordó a su padre y se dijo: ‘Él vive en mí. Me dejó su amor al trabajo y la honestidad. Me dejó la mejor manera de relacionarme con los demás y por sobre todo, para encontrarme con el Señor.’  ¡La mejor herencia es lo que dejó en mí para que yo sea quién soy!
Lo mismo ocurre con la Eucaristía.  Es un regalo donde Jesús se queda para que nos identifiquemos con Él.  Los Padres de la Iglesia decían que en la comida de la Hostia Consagrada, no ocurría lo que con otros alimentos.  Por lo general uno los asimila, pero en la Eucaristía somos asimilados por el Señor quien nos va configurando conforme a su Corazón.

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