lunes, 27 de julio de 2020

Cuentos de los Misterios Gozosos del Rosario


Cuentos que acompañan
la meditación de los Misterios Gozosos del Rosario



Primer Misterio GozosoEl Anuncio:

El ángel del Señor se presenta a María para invitarla a ser la Madre del Señor.

La larga espera de la humanidad culmina en un encuentro impensado.
No por velar toda la noche el sol saldrá más temprano. Uno duerme sabiendo que no es la espera lo que hace amanecer…
Jesús dijo: ‘El Reino de los Cielos es como un hombre que echa la semilla en la tierra. Sea que duerma o se levante, de noche o de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo…’
Más allá de lo que el hombre pueda hacer por Dios está lo que Dios, indeclinablemente, desea hacer por el hombre.  De una manera u otra… Ya sea que el hombre espere o esté durmiendo, a la hora de la aurora el Sol sale…
No son los méritos del hombre los que hacen que Dios venga, pero si es meritorio el saber descubrir su llegada y el no dejarlo pasar de largo. El saber recibirlo y albergarlo en el corazón.
¡El esposo viene! Ya sea que las vírgenes estén despiertas o no, ya sea que tengan la lámpara encendida o no, ya sea que tengan la provisión del aceite necesario o no…
El Señor no viene porque estemos despiertos sino que, porque viene, debemos velar…
Lo que anunciaron los profetas desde antiguo… La venida de un Salvador… El día menos imaginado… Ante la muchacha más humilde de un pequeño pueblo olvidado… Sin truenos ni platillos ni fuegos de artificio… En el silencio y la soledad de una oración sencilla, como en la suave brisa donde Elías descubrió a Dios… Se juega el destino de la humanidad en un diálogo donde el sí del hombre en los labios de una Virgen es fundamental para que Dios nos salve como lo ha hecho…
Como María nosotros también podemos decir que sí.  …Pero si no hemos permitido que se llegue a nosotros, ¿cómo lo llevaremos a los demás?

Un cuento:
‘Si bien no era tan buen trabajador, Emilio, recibió de su patrón una carta anticipándole que pasaría a pagarle, no sólo el salario anticipado del año, con vacaciones y aguinaldos, sino una bonificación extra…
Emilio trabajaba lejos de donde vivía su señor cuidando su campo y, para poder cobrar, debía ir al pueblo a caballo y aguardar en la estación.  A las cinco de la mañana el tren hacía un alto para el descenso y ascenso de pasajeros y continuaba su camino…  Como en otras oportunidades, su patrón se asomaría por la ventanilla y le entregaría el sobre…
Pero, la noche anterior, Emilio celebró por anticipado y se emborrachó… Cuando llegó a la estación pudo ver el humo del Coche Motor que se desvanecía sobre el horizonte… Preguntó a uno que estaba en el andén si ese era el tren de la 5 y el hombre asintió preguntándole a su vez:  ¿Es usted don Emilio?
- Sí. Respondió ansioso.
-Alguien desde una ventanilla preguntó por usted
-¿Le dejó algo para mí?
- No… Pero hoy, al mediodía, pasa otro Coche…
Podrían pasar todos los trenes que se puedan imaginar, pero aquel, en el cual viajaba la paga, no…
Se dijo: ‘las oportunidades son calvas’.  Una vez que pasan no se las puede traer hacia atrás tomándolas por los pelos. 
Por eso, también se dijo: ‘Temo al Señor que pasa’…  ¿Entre cuántas personas pasó Jesús en su vida terrena? ¿Cuántos fueron quienes lo siguieron?
Recibir un don, como lo hizo María, supone vigilancia.


Segundo Misterio GozosoLa visita:

María, ya embarazada del Señor, se dirige a visitar a su prima Isabel.
Un cuento:
Un gran señor pasó por unas pobres tierras de hambre.  Se preguntó sobre cuánto cambiaría la suerte de aquellos lugareños si sembraran esos campos.  En ese momento se encontró con lo que quedaba de un hombre que había perdido todo tipo de dignidades y pensó lo bien que le vendría el trabajo. Lo llamó y le entregó una enorme bolsa de semillas que sacó de su carruaje.  Le dijo: ‘Ellas te darán trabajo, enriquecerán tu campo y te alimentarán’.
Pasaron los meses y el gran señor volvió a aquellos parajes.  Se sorprendió mucho al ver que todo estaba como anteriormente.  A lo lejos divisó a un hombre que corría hacia él.  Lo reconoció de inmediato: era a quien había dado las semillas.
Al llegar a él le imploró:
-          Por favor, ya no me queda más nada.
-          ¿Qué hiciste con lo que te di?
-          Pues… ¡Me lo comí!
-          Eres un ignorante.  Las semillas que yo doy no son para comérselas sino para sembrarlas.  Es la única manera de no perderlas sino de multiplicarlas.
Así son los dones que Dios nos da.  Sólo los multiplicamos cuando los brindamos generosamente.  La cultura y educación que hemos recibido si, humanamente tienen un mayor nivel que la de otras personas, no es para que saquemos ventaja de los demás sino para que nos brindemos con mayor generosidad.
Decimos que el hombre debe ganar su pan, que hay dignidad en ello.  Y nos escudamos en esa verdad para perder nuestra dignidad de hermanos porque no compartimos, con el necesitado, lo que tenemos.  Hay más dignidad en brindar algo con quien no puede retribuirnos que ganar lo propio con el propio esfuerzo, y quien recibe sin haber trabajado no pierde tanto como aquel que puede amar y no lo hace con gestos concretos.
María recibe la gracia de ser Madre de Dios no para pavonearse por ello sino que, por ello, se hace servidora de los demás.  De inmediato se pone en camino y se brinda a su prójimo, sabiendo que en su entrega se da el dar al Verbo encarnado a sus hermanos.
Jesús enseñaba: El que los recibe a ustedes es a mí a quien recibe, el que los rechaza a ustedes es a mí a quien rechazan.  Pero para que la gente nos reciba o rechace debemos, primero, ofrecernos… entregarnos…


Tercer Misterio Gozoso:El Nacimiento:

El Verbo que se hizo carne, nace en un humilde pesebre
Un Cuento:
‘El hombre quiso crear un mundo a su imagen y semejanza.  Estaba en su casa: cuatro paredes, un piso y un techo.  Y comenzó la tarea.  Se trataba de construir ‘su’ mundo. Fuera de él, nada importaba.  Pintó el sol en el centro del cielo… del cielorraso.  Un sol majestuoso, que no conocía el ocaso.  Pintó aves en pleno vuelo, pero que no iban a ningún lado. Verdes de todo tipo para crear montes, huertos, selvas y yuyos sin espinos. Verdes que no respiraban, no crecían ni alimentaban…
Y, ese sol, pobre hombre, no alumbraba ni calentaba: dentro de su mundo se había condenado a morir en oscuridad, a morir en soledad y frio’
Y, no importa cuán amplias sean las paredes ni la calidad del pincel o la pintura.  Algunos pintan con barro, otros con plata y oro, pero el mundo entero es ignorado y reemplazado por pequeños mundos que creamos, ya sean ranchos, casas, Templos o palacios.
Por eso, la ‘ira’ de Jesús, al echar a los mercaderes del Templo, no es destructiva.  A esos hombres no los aleja de Dios, sino que los libera de su pequeño encierro.
Y a sus discípulos, cuando al buscarlo buscaban una casa, colegio o convento, no los lleva a un edificio sino que les muestra el universo entero. ‘¿Dónde vives, Maestro?’; ‘Ven y verás’. El firmamento es el techo; la tierra, mi suelo; el hombre, cualquier hombre, mi familia; la vida, toda la vida, con las cosas que llamamos buenas o malas, son mi libro en el cual aprendo…  Son las cosas que yo enseño…
Por eso, Jesús nació en las afueras del poblado, porque un pueblo puede ser una gran casa pintada por muchos, donde cada ‘yo’ es el centro.  No hay lugar para Dios, en un lugar de encierro.  El poblado, un pequeño universo creado, tan ficticio como un sol pintado en el techo.  Sistemas sociales engañosos, mundos falsos donde no hay sitio para el Nacimiento.
¿Quiénes descubren a ese Dios, naciendo en el centro del universo? Aquellos que no tienen techo propio.  Pastores y ángeles que no conocen del encierro… Magos que ven la estrella, porque salieron de sus casas para mirar el cielo.

 Cuarto Misterio GozosoLa Presentación: 

María y José llevan al Niño Jesús al Templo para presentarlo al Señor, conforme a la Ley.
La siembra es un acto puntual, pero tiene sus consecuencias a lo largo del tiempo. Nadie que haya sembrado espinos debería sentirse sorprendido por el resultado.  Como se dijo: ‘se cosecha lo que se cultiva’, y de manera multiplicada.
Si siembras sonrisas recogerás felicidad, si siembras vientos, tempestades.
Cuando la Virgen María fue al Templo para su purificación litúrgica y presentar a su Hijo, estaba haciendo algo más que cumplir con la Ley.  No se trataba de un simple acto puntual sino de una acción que conllevaría consecuencias.  Cosechando de su ‘Sí’ en la anunciación, estaba sembrando para hacer su colecta a  lo largo de la vida: en la presentación en el Templo y al pié de la cruz.  Y, desde allí, renovar su entrega para cosechar en la Bienaventuranza eterna…
Simeón, cuando la vio, alabó a Dios y profetizó sobre ese niño diciendo que sería un signo de contradicción y a Ella le anticipó que una espada atravesaría su corazón.  El anciano vio lo que aquella mujer cultivaba. Presintió saber cuál era aquella Semilla… Conocía el terreno donde se realizaba aquella siembra… Vio, anticipadamente, el fruto de todo aquello. La vio a María, de alguna manera, al pie de la cruz, entregando nuevamente a su Hijo al Padre Eterno… Una nueva siembra, la que daría por cosecha el gozo de la Resurrección.
Presentar la vida a Dios tiene sus efectos. Pero si se trata de algo puntual como, simplemente, cumplir con la Ley, pasa lo peor que pudiera pasar… ¡No pasa nada! 
Ir a Misa y volver con la semilla de nuestra vida en una mano que no se supo abrir, es perderse la oportunidad de la entrega… Una entrega que hubiera fructificado en los campos de Dios.

Un cuento:
Margarita se había casado muy joven y, con su pareja, habían decidido no tener hijos por un largo tiempo. Los dos trabajaban y los dos querían concluir sus estudios universitarios.  Pero no se sabe qué: la vida, el destino, la falta de cuidado, la fatalidad o, el mismo Dios, le había realizado lo que ella consideró ‘una mala jugada’.  Después de un atraso de dos períodos, análisis previos, concluyó que estaba embarazada.
Compartiendo su angustia recibió toda clase de consejos: Amigas que le dijeron que aborte.  Su marido que respetaría la decisión que ella tomara, pero su padre… ¡Qué diría su padre! ¡Siempre tan recto!  Ella necesitaba saber su opinión.  La experiencia le demostró que casi nunca se equivocaba en sus consejos…
Ernesto, papá de Margarita, le dijo:
Cuando te casaste creíste en el amor y por amor te jugaste.  Supiste que estar enamorada no es un pasatiempo sino que tiene sus efectos… consecuencias se prolongan en el tiempo. Lo mismo sucedió cuando le dijiste ‘sí’ al amor que los unió en un momento de pasión.  Aquella entrega tuvo, también sus secuelas…  Consecuencias que vienen de un acto de amor, nunca pueden ser malas.
Tendrás que olvidar tu yo, porque ahora tienes que pensar en otro más.  Asúmelo como el abandonar los propios planes para asumir los que Dios está presentándote.  Verás que el Señor no te anulará, sino que multiplicará tu bienestar y, algún día, porque eres muy joven, podrás concluir tu carrera si es que más adelante aún sigues pensando en ello pero, de lo contrario, te garantizo, te realizarás como madre y tu felicidad penderá de ello.
La muchacha le preguntó con cierto fastidio: ‘Y vos, ¿qué sabes de eso?’
Nunca te conté… Pero hubo un tiempo en que quise ser ingeniero. Entonces el amor llamó a mi puerta y conocí a tu madre.  Antes que lo pensáramos apareciste tú y, sobre todo en aquella época, corrimos a casarnos. 
No podía mantener una familia y estudiar, así que seguí siendo carpintero, como mi padre.  Nunca renegué de mi suerte.  Mi trabajo, a partir de aquel momento, cambió.  Cada madera que corto, cada clavo que martillo, llevan el nombre de tu madre y el tuyo.  Lo que hago es consecuencia del amor, y lo que viene del amor, como te dije, nunca puede ser malo.

Quinto Misterio GozosoEl Reencuentro:

Jesús es perdido por José y María, que regresan al Templo en su búsqueda.
¡Cuántas veces se nos ha perdido el Señor! O, mejor dicho: ¡Cuántas veces nos hemos perdido nosotros de Él!
El hombre desorientado, perdido de sí mismo, errante… No sabe en qué momento se quedó lejos de Jesús.  ¿Dónde volverlo a encontrar?  Tal vez sería bueno regresar al Templo… Volver a Dios…
Porque queremos encontrar a Dios entre nuestras cosas.  Queremos que Él se movilice y se manifieste en medio de nuestras necesidades y trabajos.  La noticia que doy es que la religión no consiste en que nosotros traigamos a Dios a nuestro mundo para recortarlo acorde a nuestras cosas y menesteres.  No somos nosotros quienes debemos hacer de Dios, un dios mutilado a nuestra imagen y conveniencia… Es Dios quien viene a buscar, es quien que llama y espera…
¿Dónde está Jesús?  Dedicándose a las cosas de su Padre.  Él nos invita a volver a la casa del Padre para elevarnos a Su Imagen y Semejanza…
Aunque a aquel Niño Jesús, no lo vimos el resto de su vida viviendo en el edificio de un Templo.  Él continuó toda su existencia terrena dedicándose a las cosas de Dios, no necesariamente acobijado por una construcción material, pero sí en el Templo…
Al Niño lo encontraron en Jerusalén, pero no estaba sólo, sino conversando con los ancianos: preguntando y enseñando.  El Señor enseña que es el ‘prójimo’, el lugar de encuentro con Dios…
A Jesús se lo encuentra en el Templo de Dios, la Iglesia peregrina. Se lo encuentra en medio de su propio pueblo.  En el hermano, morada del Espíritu, hecho a imagen del Señor del Cielo. El prójimo, es el Templo… Él es el lugar del reencuentro. De alguna manera, anticipo del Cielo.
Aunque, a Jesús, también se lo encuentra orando en soledad.  El edificio del Templo no es malo, nos prepara para los otros encuentros.  Pero si nos dejamos encerrar en él, si limitamos nuestra vida religiosa a aislarnos de los demás usando de la religión como pretexto para resguardar nuestros ‘egos’, estaremos más cerca de los fariseos que del Dios del Evangelio.

Un cuento:
‘Cuando Pepe llegó a su casa, se dio con que había extraviado su billetera.  Ahí tenía todo el salario de su trabajo.  Por eso revolvió cada pieza, cada rincón, en cada alacena y debajo de camas y mesas.  Llegó Manuel a visitarlo y Pepe le dijo:
-          ‘Amigo, ayúdame a buscar.  ¡He perdido todo mi dinero!  Hoy lo he cobrado en mi trabajo y no le encuentro’
-          ¿No buscaste en tu oficina, o miraste por el camino que tomaste de regreso?
-          ¡Es muy incómodo! ¡No me fastidies! Estoy todo el día queriendo volver a casa. ¡Ahora que estoy aquí no voy a volverme! ¡Aquí seguiré buscando!’
Por comodidad… ¿No buscamos a Dios en el lugar equivocado?

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