DEL CATEQUISTA - 2 -
JOSÉ MINGUET MICÓ
PRÓLOGO
Mucho y bien se ha escrito sobre la catequesis. Es el tema preferido de
los pastoralistas. Preocupa desde siempre: el contenido, la dinámica, los materiales,
la edad del catecúmeno, así como la formación del catequista.
Las ayudas que han prestado la pedagogía como la psicología, han sido
muy valiosas y con ellas se ha llegado a resultados muy positivos.
Las distintas comisiones episcopales de enseñanza y catequesis han
trabajado, desde sus respectivas misiones, con una efectividad evidente, en
esta acción eclesial, destacándola por su importancia en el proceso global de
la evangelización nueva.
Por eso deseo entrar en este campo, en el que me encuentro como quien
lucha contra las dificultades, con los pies de puntillas, sin ánimo de querer hacer
otra cosa que el aportar una experiencia, fruto de casi cuarenta años y
ofrecerla a aquellas personas, que están sirviendo a la Iglesia, en sus
respectivas parroquias o comunidades, por si les puede ayudar a descubrir su
espiritualidad y así llegar a ser mejores catequistas.
Me mueve a ello, dentro de la obediencia, el comprobar que muy poco se
ha escrito sobre la espiritualidad del agente de pastoral más universal e
importante de cuantos tenemos en la Iglesia.
Es una preocupación para muchos, al encontrarnos ante un nuevo curso,
el poder contar con aquellos feligreses, que se van a encargar de la
catequesis, a los distintos niveles. Cada vez se hace más urgente su
preparación y, a veces, no tenemos tiempo ni ellos disponen de horas por su
trabajo. El resultado es siempre el mismo: se hace lo que se puede, utilizando
lo que tenemos a mano, con los objetivos a largo plazo siempre como proyecto y
dando gracias, con todo merecimiento, a bs que han querido aportar lo que
tienen y son.
Precisamente a ellos, mayores y jóvenes, hombres y mujeres, va dirigido
este pequeño trabajo. Se merecen todo el esfuerzo que supone, para un párroco,
ponerse delante de una computadora durante horas y horas, plasmar lo que
debería ser la espiritualidad del catequista, del agente de pastoral más
querido y valorado, por los que trabajamos en la evangelización.
Les advierto que no soy un teórico, sino más bien un hombre práctico,
al que le gusta la claridad y la sencillez en las exposiciones, aunque, a
veces, me enrolle un poco, sobre todo cuando hablo.
Que el Señor Jesús ponga lo que falta, para que la espiritualidad del
catequista se viva, como fundamento de toda la labor que se desarrolla en este
campo tan importante en el momento actual de la Iglesia.
Si alguien tiene que llevar al pueblo, a la base, a los jóvenes y a los
niños el contenido y la formulación del Catecismo de la Iglesia
Universal, ese debe ser el catequista, pero, hoy más que nunca,
necesita vivir su fe y alimentarla cada día con lo que configura su peculiar espiritualidad,
porque sólo así será efectiva y se verá cumplida su misión.
Estamos en un momento muy importante y todo el esfuerzo, puesto en el
empeño, será poco en comparación del fruto para el futuro de la Iglesia.
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