Clave de lectura de la catequesis de hoy:
La lectura de
lo acontecido con José nos debe llevar a poner nuestras vidas en paralelo... Y considerar
cómo, todo lo que sucede es parte de un entrenamiento que el Señor realiza en nosotros
para acceder a bienes mayores.
La primera impresión
es que lo malo es señal de que Dios largó nuestra mano, pero en José vemos cómo
todo lo fue preparando para llegar a ser la mano derecha del Faraón y desde ahí
salvar, incluso a los hermanos que le quisieron muerto... Paralelismo que podemos
trazar, también, con Jesucristo.
Lo que encontramos en el Génesis:
Luego lo
encontramos de nuevo en el mercado de esclavos. Allí, «Potifar, oficial de
Faraón, capitán de la guardia, varón egipcio, lo compró de los ismaelitas». El
nombre Potifar aparece a menudo en los monumentos de Egipto y significa:
«Dedicado a Ra», o el sol.
El oficio de
Potifar en la corte de Faraón era el de capitán de la guardia personal del rey.
En casa de Potifar a José le sucedió como en la suya propia.
José era fiel, honrado, justo y
concienzudo, porque sirviendo a su señor terrenal, servía al celestial, cuya
presencia siempre sentía. De acuerdo con esto, «Yahveh estaba con él», y «
hacía prosperar en su mano, todo lo que él hacía».
Su señor no tardó en darse cuenta de
ello. De ser un esclavo doméstico común fue ascendido a «mayordomo de su casa,
y entregó en su poder todo lo que tenía».
La confianza ejercida no se
equivocó. En adelante la bendición de Yahveh estaba sobre todo lo que Potifar
tenía, y él «dejó todo lo que tenía en mano de José; y no se preocupaba de cosa
alguna, sino del pan que comía».
El conocimiento previo de José sobre
el cuidado de los rebaños, y tal vez como labrador de la tierra, y su carácter
íntegro, le hacía perfectamente apto para el puesto como mayordomo.
José, fue preparado, por medio de
una tentación y una prueba, exterior e interior, para la posición que tenía que
ocupar.
La belleza que había heredado de su
madre le exponía a las malvadas sugerencias de parte de la esposa de su señor.
José se resistió firmemente, tanto por su sentido de integridad ante su señor,
como, y muy especialmente, por el temor de «este gran mal y pecado contra
Dios». Pero parecía que sus principios solo sirvieron para acarrearle lo peor.
Como suele suceder, la pasión violenta de la mujer se convirtió en odio
igualmente violento, y con toda malicia le tramó una falsa acusación.
Tenemos razones para creer que
Potifar no podía en modo alguno creer la historia de su mujer. Porque el
castigo que recibían los acusados de tal acto, era mucho más severo del que
recibió José. Potifar le entregó a la cárcel del rey, de la cual, como jefe de
la guardia personal, él era el superintendente.



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